Me
He perdido intensidad, me he cruzado muchas veces
con quien no quería y las balas han silbado demasiadas
veces cerca de mi cuerpo.
Me estoy desvaneciendo.
Los atajos de la casualidad no quieren verme en lo
que las pocas neuronas que no han muerto bañadas
en alcohol desean en mis pensamientos o que anhelan
de un recuerdo pasado.
Me caigo una y otra vez.
No consigo respirar nítido, ni ver más allá del olor de
verte amanecer en una habitación a oscuras que descompone
cada silencio que no es silencio, cada silencio
que solo soy yo en esta cama vacía llena de mí.
Me asfixio en mi aire libre.
No invierto en mí todo el tiempo que me necesito,
aspiro, y suspiro el vértigo de verme amanecer y no
tener un atardecer a quien dar la mano enamorado.
Me deshidrato con cada uno de los besos que me
faltan.
Se desinstalan todas las actualizaciones de los recuerdos
que no guardé debidamente, y se pierden en el
fondo de la papelera de las constantes que he dejado
de usar por tu culpa, por tu ausencia.
Me desinstalo debidamente de tu presencia.
Se me infectan las heridas que sin sentir te sienten
cada vez más lejos de los versos y los sorbos de las
cervezas que vomitan caos e irreverencia, pero sobrevivo,
aunque a veces no quiera o no haya querido.
Me enveneno con cada pulsación.
Te aseguro que me he preguntado a mí mismo por
qué sigo con esta historia y me responde una y otra
vez mi cuerpo con la misma respuesta: el invierno en
esta ciudad no termina nunca.
Y me siento, aunque tú ya no sientas.

Redry – David Galán

De mi libro «Huir de mí».

Foto @camillegphoto