Elegiremos volar.
Saltar con los pies juntos en el cesto de la ropa sucia,
con la fuerza de una catarata.
Más de una vez me han pasado las páginas como las de un libro viejo,
aparcado en la última estantería
y me han hecho latir como un corazón enamorado.

Saborear los chicles durante treinta segundos
y después seguir contigo.
Condecorar tu pecho con la medalla al valor,
por aquellas miradas perdidas.
Coleccionamos latigazos en el cerebro
al pensar en quien nunca te pidió que lo recordaras.

El balonazo al escaparate de la tienda de perfumes,
en la que te parabas para no entrar nunca.
La demolición de tus constantes después de la cuenta atrás
en el idioma de las flores en primavera.
Un castillo ambulante y rey de las tormentas.

Eras la aguja que revienta el globo,
el pitido final de un partido entre tu risa
y los abrazos que no llegaron.
El sur frente al norte,
el error de sumar dos más dos igual a cinco.
Uno, solo tú.