Te has paseado arrastrando los pies,
has barrido con desgana el polvo de la estantería,
los libros me han contado que ya no eres,
la casualidad que no apareces,
el calendario, y el día ocho, que no perdonas.

Te has olvidado del color del tiempo,
has atravesado la distancia de la indiferencia,
las suelas de tus zapatos han cambiado,
se ha desgastado nuestro camino,
el pegamento en los abrazos, que ya no revivo.

Te has negado a mi tragedia,
has reconocido el cadáver ahogado en sollozos,
el alma escapando a kilómetros de tus bolsillos,
se ha desconectado un corazón de tu corriente,
el que ahora vive solo, el que a veces dice “tengo frío”.