Este relato lo escribí hace unos meses, en él trato de expresar lo que fue una persona muy importante para mi y parte de mi infancia. Igual recordar a alguien en un día concreto es un poco lo de menos, el caso es no olvidar nunca, porque si alguien te ha marcado es para siempre, pero ya sabemos lo que pasa con las fechas concretas… Y hoy es uno de esos días, allá donde estés, abuela.

¿Por qué te vas?

Pintaba en blanco y negro sonrisas a color cuando todavía Chernobil funcionaba, en la televisión, por la noche, todavía sonaba la radio, los jilgueros enjaulados soñaban y el ruido acompañaba madrugadas en las que esconderse debajo de la mesa de la cocina y montar allí una trinchera viendo la sombra de sus pies. Pero te fuiste.

Eran tiempos del fin de la guerra fría, pero no había tregua jugando al parchís o corriendo detrás de un gato que acababa de clavarte las uñas, porque entre los silencios de la tarde, la siesta de los gatos al sol, el jolgorio de los pájaros en el sauce que cubría la casa o el de las cigarras en el jardín, no había nube que cubriese los atardeceres de aquellos días. Pero te fuiste.

El óxido de las jardineras caía formando manchas que no se borrarían en años al lado de aquella vieja moto que nunca más volvería a arrancar, como el granizo, viéndolo caer por la ventana indiscreta del salón, mientras bailaban los novios, formando barro con el que tropezar en aquella bicicleta camino del colegio. Días en los que siempre éramos, de salir corriendo de casa y volver a esconderte en la trinchera mientras te hacían cosquillas en la espalda. Pero te fuiste.

Los piñones salían del horno al suelo del salón mientras el olor a resina endulzaba los inviernos fríos y las barbacoas de verano. Era abril en sueños y diciembre en guerra, de no salir y estar aislados en nuestro pequeño planeta. Pero te fuiste.

El mundo nos decía ¡basta ya de sequía de ideas! mientras la humedad de las paredes calaba nuestros huesos, y la sopa se tomaba sentado en aquel roñoso tobogán, aunque hubiese tormenta y el miedo te llevase como la luz de un rayo que no piensa volver. Mantas que pesan como elefantes y telas de araña que aparecen y desaparecen de la puesta de sol al amanecer. Pero te fuiste.

Y nos despedimos de allí, como se fue mi infancia para convertirse en estas palabras desordenadas, y de aquella casa de puertas tristes que solo cerraban a empujones después de tantas capas de pintura, de tardes alegres e iluminadas por un cosmos infinito que una paleta de colores jamás podrá describir, y contábamos cerca del molino pétalos de amapola y rubia. Nos encerramos en nuestro Vietnam y mi vieja trinchera ya solo era astillas que podían haberse clavado en cualquier corazón desprevenido, donde al salir no había enemigos, solo el paso de las primaveras. Pero te fuiste.

Pasamos años preguntándonos donde era la guerra, abandonado un país que nos daba paseos entre libélulas, cantos de sirenas y palomas mensajeras volando en círculos sin traer correspondencia, y queriendo volver de algún modo que no fuese con una repatriación forzosa a la sombra de los álamos y a la vista de aquellas ruedas de carro. Y desde entonces corríamos perdidos en una selva que no era la nuestra, mientras me regalabas el reloj que aún sigo dando cuerda y que se para por unos minutos cuando llega mayo. Pero te fuiste.

Te fuiste. Te fuiste un diciembre de nieblas que duraron hasta enero, pero te fuiste con la mirada de un atardecer de abril. Te fuiste perdiendo una batalla, pero ganando al miedo con una sonrisa que no te quitó casi nadie, casi nunca. Te fuiste rodeada, te fuiste en silencio mientras una melodía sonaba en mi cabeza y mis lágrimas desconsoladas empapaban hasta el más profundo de mis recuerdos de aquella casa pequeña y fría en invierno, a la sombra de aquel mastodóntico sauce llorón que en ese momento lloraba conmigo un medio día de diciembre. Te fuiste de espíritu y alma pero dejaste corazón y sentido, te fuiste cuando ya no era niño, recordándote cuando todavía me escondía en mi trinchera.

Pero te fuiste.

@Redry13

9-noviembre-027