Suena a silencio.

Suenan las últimas páginas del libro, la fuerza del viento crujiendo la persiana a medio bajar. Suena el tic-tac del despertador en la habitación contigua, el murmullo constante de los cables de alta tensión.

Suena un muelle del colchón al acostarse, el bombardeo taquicárdico del corazón y una asfixiante respiración después del sonido del teléfono, su voz suave, tenue y entrecortada y un “¡NO!” que desgarraba las lágrimas del receptor y los tímpanos del emisor.

Suena la saliva al tragar, el último pestañeo a oscuras.

Suena, suena el último pensamiento.

Sueña.